Tras la muerte de Alejandro Magno a la corta edad de 32 años, varias disputas tuvieron lugar en la antiguo imperio magno, quedando dividido en varios territorios menores. Rodas, al igual que parte de Egipto, quedó bajo el control de Ptolomeo I, controlando así el comercio en la parte oriental del Mar Mediterraneo.
Este hecho no fue del agrado Antígono I el Tuerto, por lo que en el año 305 a.C. mandó a su hijo al mando de un ejército de 40.000 hombres para tomar la ciudad de Rodas y romper así el control de Ptolomeo I en el comercio de la zona. Pero la astucia del ejército de Ptolomeo I impidió que la toma de la ciudad se consiguiera, obligando al ejército de Demetrio, hijo de Antígono, a huir dejando sus armas de asedio atrás.
Para celebrar la victoria, el pueblo de Rodas decidió homenajear a su Dios patrón Helios con una construcción de dimensiones desconocidas hasta entonces, utilizando los materiales dejados atrás por el ejército de Demetrio. La estatua se construyó sobre un pedestal de entre 15 y 20 metros de mármol junto al puerto con un esqueleto de hierro, forrado de bronce, consiguiendo la estatua alcanzar entre 30 y 32 metros, para una altura absoluta de prácticamente 50 metros.
La estatua, desde el momento de su finalización en el año 282 a.C., se conoció como el Coloso de Rodas. Pese a que la mayoría de las ilustraciones conocidas, así como varios poemas de siglos posteriores representan al Coloso de Rodas como una estatua a la entrada del puerto con cada pierna sobre sendos pedestales a ambos lados de la entrada del puerto, varios estudios estructurales demuestran que dados los materiales de construcción no era viable, ya que la estatua se habría colapsado por su propio peso durante la construcción. En el año 226 a.C. un terremoto en Rodas generó grandes daños estructurales en toda la ciudad, quebrando la estatua de Helios a la altura de las rodillas, provocando el derrumbe de la misma. Ptolomeo III propuso la reconstrucción de la misma, pero el oráculo de Delphi sugirió que no se hiciera, ya que hizo creer a los habitantes de Rodas que el terremoto era la muestra de helios de que el Coloso de Rodas había sido una gran ofensa a su deidad.
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